Pequeña ánfora de líquida noche,
poco a poco fue acechándote mi boca.
En el invierno eres ardiente espera
pasional de las horas,
donde el pensamiento se disgrega
y se torna un río o una hoja.
¿Qué sería sin ti, loco pozo
de mi taza enaltecida? Brocal de porcelana,
donde mis labios reposan del beso
o donde sacían su sed las palabras.
Café, anega de umbriedades
el redil de mis entrañas.
Te nombra mi oda, secreto amante
de alboradas. Confín del amplio frío.
Mi boca te abre su voluptuoso
abanico. Trémulo y sombrío,
en la flor de mi memoria
sin ser epifanía de ti estoy ungido.