Todas las tardes frecuentábamos aquel café con olor a bohemios, hasta que poco a poco nos fijamos el uno al otro y llego ese maravilloso día que los dos compartimos la misma mesa.
Mientras nos deleitaba el sabor del café hablamos de muchas cosas, yo cayado y mirando cada expresión de tu cara te escuchaba sin mediar ninguna palabra, tus ojos me cautivaron y tus labios eran claveles en movimientos.
Los dos deseamos que llegue la tarde para seguir nuestras conversaciones en la misma mesa de ese romántico café, hoy nos dimos un beso y nos cogimos las manos hasta llegar a nuestro lugar, tu linda cara se iba sorprendiendo cada vez que te contaba algo de mi historia.
Pero llego ese gran día que los dos salimos juntos del café, me diste tu mano y tu cara reposaba en mi hombro, comprendí que esa noche duraría mucho tiempo pues en las estrechas calles de la ciudad se iban uniendo tus labios con los míos, mientras tus ojos con el reflejo de la luna iluminaba las oscuras calles, nunca dejaremos de asistir al romántico café que unió nuestro amor.
© José Cascales Muñoz
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8 de Julio 2017