Mi pecho se colma de mentira
y en mis manos aparece, bella,
en compañía o soledad,
como una estrella
de la negra inmensidad.
La dulzura que se toca
y se torna brillante:
la boca
prohíba para el amante
Que me tienta
como otra no lo hizo,
una pasión loca
que antes no se quiso.
Sus cabellos son de oro,
la fortuna del más rico
no se iguala a este tesoro
roce de abanico.
Cuando quise dejarla
claros y largos me saludaban
cada vez que la veía,
eran las redes que la ayudaban
a atrapar a los que quería.
Ven a mí,
me dice con malicia,
es una tierna mariposa
que exige una sonrisa.
Ondulando, detrás de mi cuello,
el tiempo corre en las cenizas:
Es el soplo de la muerte
que se confunde con caricias.
Y con desazón,
una vez sentida,
se extingue la pasión
en rápida despedida.
Al final, un último beso
y reviven los miedos,
un adiós que queda preso
una vez más entre mis dedos.
J.M.