\"El destino lo hace cada hombre, dicen algunos intrépidos. Otros, mas despreocupados, lo dejan en manos de lo divino. Yo solo diré, que quizá el destino sea un cúmulo de inevitables casualidades entre días muertos\".
Iban acumulando casualidades por el mundo. Ella, era una ruptura en el espacio y el tiempo del universo,un fragmento de poesía que cortaba lo cotidiano, y escupia lo mundano. Una Alicia en un país sin maravillas.
Él, observaba con ojos de poeta. Miraba cada línea, cada reglón, cada párrafo, cada página de esa obra viva. Escuchaba historias y miedos, sentía abrazos contenidos y besos huérfanos. Sus miradas, un grito en medio del silencio de sus bocas. Sus corazones, una continua invitación a nuevas coincidencias, sus razones hacían dar media vuelta y caminar de espaldas.
Desgastados, con sus almas hechas apenas fibras de luna, leían lo prohibido, escribían lo clandestino. Se contenían, hacían del pecho hierro, de sus labios fuego, de sus brazos raíces. Pero al fin de cuentas y de vida, ¿quién podría soportar el sentimiento?.
¿Qué podrían saber un par de gotas sobre la infinidad del mar?. ¿ podrían dos estrellas infantes hablar sobre soles?. Evitar, solo hace mas grande el deseo, y el impulso se hace más primitivo. Se hace visceral. Nace entonces el afán, las ganas, las extrañezas, las ansias de otra noche, de más tiempo, de robar los números al reloj y su puesto al tiempo. Entre más se quieren alejar, más se acercan. Se impulsan con voluntad sobrehumana en direcciones contrarias, solamente para estrellarse con fuerza en otro punto de la esfera de las infinitas probabilidades, de las coincidencias que muchos llaman destino.