Realidad alterna, fuego de su agua, lobo de su luna,
corre en el bosque luminoso, río mineral, piedra tempestuosa.
Huellas perdidas en el vacío del mas absoluto silencio,
noche helada de plenilunio absorto.
Su vestido de seda cae entre el mohoso musgo
y el deseo reprimido de entregarse a aquella bestia que asecha.
Se paraliza el tiempo en el instante sublime, en el que el ardiente y húmedo jadeo indómito,
alcanza su anhelante espalda desnuda.
Finge resistencia mientras aumenta el apetito,
afrodisíaca exquisitez que extasía a la revelada criatura.
Olfatea a su manjar presa, destilante y ardiente de deseo,
lista para en un suspiro perder el aliento.
Sus miradas se entregan perdidas en la mas íntima, hipnótica y delirante estancia
entre feroces ojos contorneados y delicadas pupilas dilatadas.
Al imprevisto pestañar despierta de su letargo, ardiente dama de la boscosa noche,
onírico amor consumado entre ensueños.