Lista a ejecutar el finiquito,
do quier está la sombra de la muerte,
lo llama tanto al débil como al fuerte,
haciendo del Edén jardín marchito.
Su grito agonizante no descrito,
lo entiende solo aquel quien cuya suerte,
en sus oscuras manos su alma vierte,
y despierta en la red del infinito.
Aunque te duerma en su profundo beso,
o te traspase en su filoso sable,
verás que en su labor halla progreso.
Y si es ley, si es natural tal proceso
y encontrarnos con ella inevitable,
será mejor que nos halle confesos.