El bambú es la no acción, el silencio.
Siempre verde, se deja vencer
sin romperse.
Lao Tsé
La Flexibilidad: clave de bóveda.
Enrique, como de costumbre, salió de su casa a las siete de la mañana
en dirección a su oficina, que dista unos cuatro kilómetros. Salió con
el tiempo justo, como siempre, y con la tensión acostumbrada -la
costumbre tiene mal carácter- y tuvo la mala suerte, o la recompensa
adecuada a su mal hacer, de encontrarse en un atasco justo a la entrada
del puente del Quinto Centenario.
Casi no llegó a pararse detrás del último coche desesperado cuando
inició su particular contribución al concierto de bocina en sol menor
que había ya traspuesto su preludio, haciéndolo además, se diría, en
calidad de solista.
Huelga hablar de la cantidad de improperios y necedades que soltó por
su boquita de piñón, repasando el árbol genealógico de Dios y toda su
casta. Por obra y gracia de éste se desvaneció el atasco al poco y pudo
llegar a tiempo a su trabajo.
Nada más llegar, aliviado por la suerte, se dispuso a preparar la visita que
concertó ayer con el director de márketing de una afamada empresa de
cosméticos. Antes de coger el coche de nuevo telefoneó para asegurar
su disponibilidad, con tan mala fortuna de recibir, cual bofetada, la noticia
de su suspensión por encontrarse el director cruzando el desierto de una
gastroenteritis repentina.
Lejos de encajar con resignación cristiana la noticia, y con el deseo, que no
expresó, de una pronta recuperación, prorrumpió como por ensalmo en una
sarta intolerable de juramentos como: ¡¿ Qué hago ahora, a qué dedico este
tiempo que me sobra!? ¡ la madre que me parió..!
Le faltó un plan B y pensar que todo puede torcerse, que la realidad es frágil.
Ese día Enrique aprendió que hay que saber sortear obstáculos sin clamar al
cielo, porque la incertidumbre es dueña y señora de nuestras vidas.
Hay que ganar cintura psicológica... y paciencia - pensó él al recuperar la
cordura...