Cuando la tristeza me invade,
suelo soñar con que nos reencontraremos
un agosto dentro de diez años;
al sentir esta agonizante separación,
no puedo evitar llamarte entre susurros
mientras un viejo trovador entona una nostálgica melodía.
Mi alma aún espera tu regreso,
pero no, pues ya estás muy lejos.
El viejo árbol de magnolias
que plantamos en abril
me ha regalado una última flor antes de expirar;
-había soportado más inviernos tormentosos
de los que puedo recordar-
a mí tampoco me queda mucho tiempo.
Y cuando el sol comienza a descender
puedo ver como comienza a morir.
Al anochecer no quedan más que pétalos secos,
cada uno es un pedazo de mi triste corazón,
mientras el viento los dispersa,
imagino que otra vez nos volvemos a encontrar,
pero no, pues ya estás muy lejos.
Estos pétalos son dolorosas remembranzas
de cuando estábamos juntos los dos;
finalmente, junto con esta flor postrera
termino por marchitarme.
Nuestra primavera, definitivamente, llegó a su fin.
No regresarás, y aun así, abordo el tren,
buscando que tu figura se aparezca,
miro entre las ventanas
como mi esperanza se desvanece
junto con la sutil lluvia que cae.
No volverás, aquellos recuerdos de ese lejano verano,
son lo único que tengo de ti,
y mientras el tren avanza, cierro los ojos,
la nostalgia no se hace esperar,
lo más triste es que en verdad te amaba;
ahora sólo me quedo con el recuerdo amargo de lo que fue.