La mejor sensación es olvidar las
preocupaciones, aplazar el desayuno
animar las pasiones.
Terminar de deshacer la cama,
reanudar el verbo hecho carne
cálida como la leche blanca acogedora.
Saludar a la aurora diciéndole
que no hay cantos de sirena ni promesas
de paraísos utópicos, que ya no eres un
naúfrago.
Que en el cuerpo de la amada hay una isla
del tesoro por descubrir y toda esta
existencia digna de existir es la dicha
personificada mientras el mundo
pena o trabaja solo para sobrevivir.