Yo quisiera que las cosas fuesen diferentes. Que la vida en lugar de déspota, fuese amable.
Y no me refiero al hecho natural de vivir sino a la vida por antonomasia.
Quisiera que el prójimo viese en mí su propio reflejo, como si se divisase en un cristalino arroyo
y tanto a mí como al arroyo respetase como al mismo.
Quisiera que todo ser vivo tenga valor por lo que es y no por como se ve, o por lo que paga
puesto que el dinero solo compra materia inerte que carece de la importancia que se le otorga.
Quisiera que los animales nos percibiesen como hermanos mayores, de esos que uno admira por su rectitud y templanza
a sabiendas que su existencia se complementa con la nuestra ofreciéndonos una cálida despreocupanza.
Quisiera que el sistema imperante fuese transparente y sincero, y que finalmente entendiese que su poder es para gerenciar, ayudar
amparar e impulsar a la masa, esa que es capaz de cambiar destinos con solo un leve movimiento en su sempiterno dormir.
Quisiera que el hambre y la pobreza fuesen una utopía, un mal chiste, un problema solventable y transitorio
disponible solamente para aquellos que se apartaron del camino de la razón.
Quisiera, que todos los tripulantes de esta circular nave nodriza lucharan por ser mejores cada día
cosa muy interesante porque los seres humanos realmente no sabemos quiénes o qué somos, y lo que verdaderamente podemos lograr