Ars longa, vita brevis
Hipócrates.
Una vida es nada para aprender a vivir.
Lucía fue abducida desde pequeña, desde que tuvo su primer
contacto con los números.
Siendo bebé, su padre le habló un día de que el Universo es
un conjunto de cuerpos que se entienden según el lenguaje de
los números, que existió un tal Pitágoras que los entronizó en
las cumbres de la divinidad y que fundó una secta que
guardaba una especie de sabiduría misteriosa y oculta al resto
del orbe.
Lucía disfrutaba viendo a sus hermanos como resolvían
problemas matemáticos, y alcanzaba en ocasiones tal grado de
satisfacción que osaba arrebatarles el lápiz para enfrentarse
por sí misma a los misterios que le intrigaban, cual heroína que
blandiese una tizona.
Lucía creció con la lozanía que concede una infancia feliz, y con
ella su propósito de dedicarse en cuerpo y alma a desvelar los
secretos que aquellas fascinantes figuras encerraban en su seno.
Así fue como, andando el tiempo y los sobresalientes en
matemáticas, se convirtió en catedrática de Universidad y en
una brillante especialista en Análisis Numérico.
Todo esto viene a que si queremos conseguir una meta debemos:
1. Saber qué.
2. Sentir qué.
Lucía tenía la vocación, tenía el deseo y eso le facilitó el camino.
Quién tiene una pasión tiene la desgracia y la suerte de que una
vida es insuficiente...