Forjas una hora y tus manos rosan la espiga verde;
tus pies coquetean con el césped,
mira cuánto rocío en humedecido amanecer;
tus labios tentadores, como hojas de fruto
murmuran a creciente espesor de sonido,
me acerco: consumamos almíbar.
Eres la furia de los nubarrones,
y tu mirada el reflejo inmovilizado de tantos recuerdos,
¡ah tu atuendo despojado!
y tus mensajes de palabras transportadas de seducción.
Subsistí la última noche de la ausencia
y entonces te miré en las luces atenuadas;
torbellino o cólera o alquimia,
encontramos muros,
encontramos lluvia,
encontramos desposeídos el sueño hipnotizado.
Desde los senderos larguísimos,
desde el fermento del maguey fuimos indóciles,
palpitantes pechos
como los aromas de la quebrada,
en ti y en mí los pétalos
refulgieron alegría aromática.
Días de fervores que trascurren,
al inicio el vuelo de nuestras esencias,
vuelo sostenido ahora nos mece.