Sentir el molde de ella,
esa figura de la nada,
tejida con un leve deseo,
sentada a mi lado,
acostada en mi cama.
Cubierta por amor hacia el espejo
deseante, esperándote a ti:
a aquel “yo” que la posee cuando quiere.
Ese “yo” que no existe más que una ella,
a mi lado, acostada a mi lado; inexistente.
Sólo soy un latido,
un corazón redondo que
no sabe estar quieto, un corazón
que lleva a cuestas un alma y un cerebro.
Soy un espíritu apasionado que deseó
ser cuerpo, junto a su cuerpo.