¡Adivina qué, mi amigo poeta!
tengo - nuevamente - roto
el corazón y lo sé bien porque
siento un volcán en la garganta.
Al evaporarse el humo que
acompaña la lava salen
mis lágrimas cual manantial,
que a pesar de ser precioso,
es espeso y me tortura de
poco en poco.
Tengo herido el corazón y
lo adoro, adoro el dolor que
provoca la sangre hirviendo
mientras recorre mi cuerpo,
me hace recordar que aún vivo
y no muero, lloro, y en cada
pausa respiro porque sino
me ahogo.
Mi corazón está hecho
trizas por haber querido más
allá de lo adecuado. Tengo
herido el corazón por no
ser amado.
Podría contar con mayor
facilidad los pedazos de mi
corazón roto que las veces
que lo han aplastado,
desecho y abandonado.
Si lo analizas con calma
es bastante razonable
tomando en cuenta que
siempre que se nos cae,
dejamos piezas pequeñas
esparcidas en el suelo
porque no las vemos.
Tengo tan machacado el
corazón que parece cenizas,
solo me queda tomarlo,
comprimirlo y después
cultivarlo.
Necesito cuidarlo un
invierno para que se haga
duro pero igual de frágil
que el cristal; protegerlo
una primavera para evitar
que sea devorado por los
gusanos o se ablande
demasiado con el calor
del sol y casi todo un verano
para hablarle de amor.
Cuando al fin llegue
otoño y palpite por vez
primera será indicativo de
que puedo - nuevamente -
regalarlo.