Mientras llueve en la noche, ella se acerca.
¡Suu! Nadie diga nada, que el amanecer se despierta.
La invité a una cita, siendo sincero, no creí que llegara, pensé que esperaría solo;
el regreso de la mañana.
Pero acaba de llegar, desde lo lejos se acerca, con un vestido de crisólito fino,
y un collar de las más brillantes perlas.
Se paró frente a mí, me miró con sus ojos deslumbrantes,
yo despierto soñaba, porque estaba ahí delante.
Se sentó a la mesa, que yo había preparado, sin decir una palabra,
y yo de su belleza, me quedaba; asombrado.
Me senté pues a la mesa, con tanto esfuerzo la había decorado,
no soy de mucha arte, pero ahí me había, por mucho; esmerado.
Debajo de las flores, coloqué para ella una carta, ella la tomó,
tan delicada como se toma una rosa entre los espinos.
A la comida no hizo caso, se paró y se marchaba,
intenté ir tras ella, pero el sol me despertaba.
Gabriel Brito