Que no se pierda esa flor,
que no llegue nunca el estío.
Dios, como me tiembla el cuerpo
y se me enrojecen los ojos.
Me comería a besos su
piel,
y sorbería uno a uno sus
gráciles dientecillos.
Que no se pierda esa flor,
que no llegue nunca el estío.
Siete primaveras, Dios de los cielos,
siete GRITOS quiero dar
conteniéndome furioso.
¡Oh bella blancura! ¡Oh marchita amapola!
Conservarte quisiera, amor mío,
en cristalera eterizada.
Que no se pierda esa flor,
que no llegue nunca el estío.
Fui torpe quitapolvo
que ahogó en lágrimas
tu lechada prominencia.
Un apunte
un mínimo apunte fugaz
y en papel semiarrugado
trazaste virginales letras que
han obstruido mi garganta.
Que no se pierda esa flor,
que no llegue nunca el estío.
Díos, Díos y Díos,
no apartes jamás la gota
que hace posible el arcoiris.
Que el calor de esa almohada
permanezca siempre incólume
aunque nieven tormentas de años.
Que tu nombre sea el frescor
y yo la hoja
reseca que cada mañana
te mira.
Que no se pierda esa flor.
que no llegue nunca el estío.
¡Oh grandioso bigotudo,
rey con siglos a cuestas!.
El corazón tengo atravesado
por una ventusa margarita que
arrancó agua salada de mis
acristaladas pupilas.
Si tesoros hay en
el mundo, ninguno
ostenta la grandeza
de la mente filantrópica
de esa luz de primavera.
Que no se pierda esa flor,
que nunca llegue el estío.