Me detengo a contemplar las horas
las horas azules que ayer, como un río, fluían por acá.
Y fluían
peces,
minutos,
moléculas impacientes,
segundos capaces de reducirme.
Ahora soy un salmón a contratiempo
en el insoluble paraiso de los recuerdos.
Descanso en el eco de unos ojos
y el placer de romper el cristal del presente
resulta la sed venidera.
La añoranza nunca tuvo tantas espinas.