A tu pueblo
retorciéndose amargamente de dolor
¿cómo puedes embustero ser tú el salvador?
si como un témpano albino y sordo
cruzas indiferente ante la escualidez del hambre
y la devota desdicha de la miseria;
puro agravio es la bondad que profesas
sombría fragancia es tu compasión
y fétido fermento es tu benevolencia;
Dios desvergonzado y egoísta
que mal nos causa tu medieval ingratitud,
impasible y efímero en las alturas
no sabes qué diablos pasa aquí,
impávido en las repisas de los templos
no te imaginas lo que nos haces falta;
¿cómo puedes farsante ser tú Dios?
si tu voz plagada esta de navideñas mentiras
y apestas a los azufres de la resignación,
abanderas la resurrección de los mustios
motivas a los fabricantes de milagros
y negocias con hipócritas y ebrios feligreses;
las mafias se refugian en tus vestiduras
y en tu nombre los sicarios se santiguan,
albergas los contubernios de las dictaduras
cuando permites que rijan los corruptos;
¿dónde está el amor que predicas?
Dios de la conveniencia y del separatismo,
cuanta muerte han llevado tus banderas
cuantas hogueras ardieron en tus inquisiciones
y cuantos mortales fusiles bendijeron tus manos;
¿dónde está desapercibida tu sabiduría?
Dios de los idolatras y de los tarados en espíritu
hasta cuando hemos de poner la otra mejilla
cuantos más crucificados habrán de liberarnos;
¿dónde está tu masculina fuerza?
Dios del miedo, del castigo y la obediencia
mírate rebosante de nefastos diezmos
rodeado de la soberbia del oro
y escondiendo los deslices de los pederastas,
¿cómo puedes estar en todas partes?
si no entras en el corazón de los hombres
si dejas que los hombres te deformen
si todo en ti es ausencia.
JOHN WILLMER