Voy a construir un mundo delirante,
un sueño, una utopía;
donde las infancias serán perpetuas,
que sea fantasioso;
donde se repudie la esclavitud discreta,
sin vidas materiales;
donde solo importe el valor del alma,
no los vacíos.
Este mundo existirá en un asteroide,
como en un cuento;
centelleará como el fugaz céfiro celeste,
pero será eterno;
donde el egoísmo será desconocido,
hasta inconcebible;
se asombrará con la simpleza olvidada,
siempre vivo.
No habrá segregación, ni castas,
ni siquiera dogmas;
será guiado por su conciencia colectiva,
como unificado;
el mundo será solo una bélica memoria.
Será soberbio verlo floreciente,
una propuesta ilusoria;
un pueblo armonioso cual espejismo;
sin la malvada tragedia
de la ruina y del dolor jadeante.