El tiempo discurría como una pesada rueda de madera:
se tomaba más tiempo para hacer el mismo recorrido.
De su generación era el único testigo.
Junto a los cubiertos, en la mesa,
colocaba un elenco de pastillas.
Cuando entraba en casa,
su gato le rozaba las piernas:
\"los animales llegan más alla que las personas\".
Había regalado todos los libros de su biografía:
Su piel resumía todas las teorías y hazañas.
Junto a su nieto de guardería
volaba al pais de la fantasía.
Aprendió que los grandes ideales
se mercantilizan como la cocacola.
El periódico hablaba de alguien importante
que se había quitado la vida.
Detestaba ser un estorbo
e hizo un pacto con el dolor:
\"Si no me agredes,
seguiré pintando amaneceres\".
Sabia que la muerte juega
al despiste y a improvisar;
pidió perdón por cada ofensa
y empezó a vivir en paz:
ese sería su epitafio.