Bienaventurados agricultores
que apostaron al trabajo
y echaron a sembrar sueños
en surcos de tierra virgen.
Con palas,arados,azadas y machetes
abrieron ventanas de tibia esperanza
forjando la vida de un feliz mañana.
Amasaron la tierra con sudor de espaldas
con agua salada de su frente al sol.
Taparon semillas con sus pies descalzos
o con percusiones de sus fuertes manos.
Vigilaron los brotes en cada mañana.
Enfrentaron plagas,tormentas,heladas...
todas las penurias de las amenazas.
Y fueron felices en cada cosecha.
Ya pronto la venta los iría a salvar.
Ya nuevos calzados para sus pequeños;
ya un adelanto para la casita;
ya un lindo vestido para su mujer...
y el sueño de siempre: llegar al tractor.
Qué pena. Qué ardua tarea
vencer otro embate al fin de la lucha.
Esta vez,ya no las orugas.
Ya no la creciente. Ya no los granizos...
Esta vez irrumpe una negra mirada,
unas sucias manos que ahogan aliento,
que le ponen precio al sueño de todos
y se llevan esperanzas con unas monedas.
Pero ellos, los de siempre...
con la frente en alto apuntando al sol
empuñan arados,remiendan sus penas
y palmeando el hombro de sus fieles amadas
resisten el golpe de la decepción.
De nuevo a la chacra, de nuevo a soñar.
Ya vendrá aquel día cuando los justos
derriben canallas con su dignidad.