Aúlla el viento entre los rascacielos,
invade la ciudad los viejos sueños
llanto y carencia, parásitos del miedo
nutriéndose de penas, de profundo desprecio.
La tristeza es pequeño animal,
que ha perdido su dueño,
con ojos de terror busca en la muchedumbre
un poco de calor, quizás algún consuelo.
Se pasea la injusticia, rasgando sentimientos,
el temor a la vida hiriendo el tiempo,
cancelando los sueños, mutilando frescura,
abrazos tiernos, la ciudad es aroma de recuerdos.
Llora la tarde, mientras en su trapecio juega la ingenuidad,
se descuelga en deseos, gira la voluntad, volando por los aires
Ignora el miedo, tratando de alcanzar una ilusión y regresar
pero ya es tarde, crece la soledad.
Avanza el tiempo, ni una mirada, o el leve roce de unos dedos en el umbral,
una puerta o ventana al sentimiento;
las palabras arrastran su pesar, en esta inmensa selva de concreto y cristal,
se extingue la humanidad, y el alma se suicida con un disparo de silencio.