La camisa desgastada
por la potencia del rayo solar,
piel maltratada, callos de obrero,
colores de ceniza nocturna,
pasos de cangrejo obeso,
pobre hombre derrotado.
Encuentra la mirada suicida
en la mujer de la esquina,
vendedora de sus imperfecciones:
Senos. Vagina. Cuello. Piernas. Mentiras.
Una salida a la trágica rutina.
Camina nervioso él.
Sonríe irreal ella.
Paga el hombre con su salario mínimo
el orgasmo efímero de su ánfora,
paraíso prohibido en ese vientre,
donde infinidad de penes volaron,
mujer en llanto interno
se resquebraja el aliento de su alma
en esos besos sempiternos
-llora- calla.
Duerme el hombre seco, sin sueños.
Duerme la mujer seca, sin sueños.