santiago calderon

Caí.

Caí tres calles abajo y me encontré a mi mismo,
Un poco torpe, desairado, bastante mal trecho,
Casi loco, casi triste y totalmente solo;
No del mundo, No de ella,
Sólo simplemente con esa soledad austera e implacable que, de seguro tu ya conoces.

tuve que subir por mi mismo, por el, por el mundo que se le espera.
Por el que quiero dejarle.
Y sí que lo hice, hacia el norte; ese norte de exquisiteces y locuras, de risas y de ensueño,
En el que puedes desconfiar y caer enamorado plenamente.

Caí
Y, quien iba a creerlo, en el abismo encontré que el golpe no dolía tanto,
Y descubri que en la caída uno aprende
O cree aprender de lo que se trata el amor.

Caí,
Pero al bajar de golpe, a quemarropa, vi sus ojos
Y en ellos contuve mis nostalgias,
Y puse mis esperanzas en ese cuerpo casi perfecto al que me aferre, en el que me construi y construi la absurda utopia.

Caí,
Creyendo que me salvaría,
Que serían sus manos trinas las que me acogerian,
Que en su pecho podía colocar el futuro y que todas las soledades y tristezas,
En su espalda, se disiparian;
Que iba a ser su boca que busco mi boca y su sexo que busco mis ansias,
El ancla de los dias.

Caí,
Creyendo,
Amando de veras,
Por ella y su imagen.

Caí,
Y desde el abismo,
Este abismo de alcohol y locuras,
Desde este abismo en que nada soy,
Proclamo que la quiero,
Caigo y la quiero,
Y caigo otra vez.