Me instalé en un desierto de poesía y silencio para no correr más al ritmo impuesto.
Así poder estar a solas quieta en la arena, reclinada en la paz de mi alma enamorada,
en la desnudez del corazón, en el ir de los días lentos...
Ví pasar las primaveras desperdiciadas por la prisa
los bosques tristes llorándo a los pájaros sin árboles
los inviernos llenos de corazón acumulando la nieve,
blanqueando el mundo para hacerlo más llevadero.
En mis manos recogí el llanto inocente de los niños,
la plegaria humana de justicia que se eleva al cielo
la tristeza amarga de los mayores, la injusticia que azota
a millones de seres humanos, con mi voz grite fuerte,
sacando mi impotencia por las guerras, la violencia
a los más débiles.
Sin embargo, pocos percibimos tanto lamento ahogado,
hemos llegado al horizonte de la paciencia, y estamos en el espejo
de la espera, a unirnos a otros que no llegan.
Sigue rodando el mundo y en su alocado rodar va dejándo
una huella estéril y miserable de corazones vacíos,
pieles cuarteadas clamando piedad,,
naturaleza herida y sinsentídos.
Con el regusto de la bondad se extienda el rico néctar del amor
por todos los corazones y su espíritu latiendo
no envejezca jamás, y fuerte como roble milenario
consíga derribar la impotencia, la tristeza, injusticia
y fealdad que nos rodéa.
23-7-2017