Dios mío, sin querer... ella fue Eva,
al besarla quebró sutil garganta:
las argollas sangradas en la manta
el resistirme a ella fue mi prueba.
Señor fue la odalisca Salomé,
fueron besos mortíferos, cicuta,
al averno llegué, la errada ruta;
inocente tomé mortal café.
Tuve las manos sucias de Pilatos
juzgué, y lloré como una Magdalena,
amé a pecaminosa, tierna Helena...
esta alma está manchada en garabatos.
Señor destiérrame de aquel edén
Dios, piedad, de Satán pues soy rehén.