Qué belleza jugar al infinito
sostenerlo en una mano y pasarlo a la otra
expandirlo a todos los cardinales
y sentirlo blanco, limpio y pulido.
Qué belleza vestir el caos y el azar
coser el laberinto de sus formas y colores
y tejer el delicado delirio
de sus patrones, siluetas y ciclos.
Qué belleza medir el tiempo
numerar cada gota de este incesante río
y ahogar y disolver en sus aguas
mi colección de seres finitos.