El ocaso decadente
de tus arbatros cabellos,
desatan una furia interminable
en aquellos bosques de coníferas
que alimentan el deseo inerte
de tu efímera juventud.
Con especias envenenas
a los hombres.
Crees conseguir así,
el perdón de los dioses.
¿Quién te ha visto?
Tus noches agobiantes
han terminado.
Tu benevolencia es absorbida
por los niños que rondan cerca
de tu aldea.
Es sempiterna tu ruina,
mensajera ruin y despiadada.
Volverás al polvo de la tierra
que con tanto dolor te ha parido.
Ha finalizado la noche,
aquél arrebol te espera
paciente,
Y el Duque de Borgoña
te observa agraciado
de aquella inmarcesible promesa,
que no has podido callar.