En sus sueños no le alcanzo,
palabra atiborrada en el retrato de los ahogados,
versículo insujetable,
cercanía de efímero vocablo,
lengua incendiaria,
locución de muerte.
Murió este domingo, eso dijo mi madre,
-la gente decente se muere en domingo-, señalo un día.
La muerte es la plaga de Dios,
monumento perpetuo,
imparable aplasto toda su vida,
para arrebatarlo, sin permiso,
En dónde guardo su abrigo,
sus anteojos,
su mirada,
la taza con café,
los calcetines que se dejó.
Remojo el desconsuelo,
lo bebo a sorbos,
se desmorona a migajas.
La tía Lola se arrima junto a su retrato.
es un sollozo humedeciendo la madrugada,
¿su llanto para qué?.
En la sala todos tratan de pronunciarlo,
con esas cicatrices de palabras
como si pudieran decir algo,
como acariciarle con un lenguaje olvidado.
Miro otra vez su cuerpo
ya no le duele el tiempo,
ni le espanta el futuro,
se quedó en esa caja sólo.
En esa soledad a veces se asoma lo inexplicado.