Llegas como la brisa suave del amanecer,
acariciando los rostros de las personas,
las hojas verdes de los árboles,
barres el suelo de la calle,
apareces como una ráfaga de viento
y te marchas enseguida.
Sin embargo te necesito:
como el pan que como cada día,
como la sábana que me arropa por las noches,
añoro verte correr como el agua de los ríos,
mirar que te mueves como las olas del mar
y que nos bañas a todos.
Eres el bálsamo que alivia el dolor,
que cura mis heridas internas
que me hace feliz en medio de las tormentas que sufre mi alma,
me haces sonreír en medio de las catástrofes,
eres la luz que brilla en medio de la oscuridad.
Por eso te pido alegría que me acompañes
en mi caminar diario por la calle,
en el campo, en el mar,
que entres por la ventana de mi cuarto
y duermas conmigo en las noches de insomnio
que te presentes con la luz del sol
si al amanecer abro mi ventana
y que en el ocaso
corones mis pensamientos.
Que inundes de optimismo mi vida
y me enseñes a ser fuerte.