BambĂș

ELLA

Ella vive en los ojos abiertos de la noche,
en las piedras de las frías iglesias,
en la espera tensa de los quirófanos,
en el hedor oscuro de las conciencias.

Se adormece en los susurros de confesionario
y en la esperanza aceitosa de las lamparitas en línea,
en las risas de los niños,
en el deleite de las fiestas...

Ella viaja en el tiempo sin pedir permiso,
babosa, repugnante...
como el octavo pasajero.

Rencorosa y taxativa,
es como la Medusa que todo lo alcanza.

Aparece en las noches de sueños interruptos,
en las abruptas madrugadas,
sagazmente agazapada en la sombra que acuna el techo
en perpendicular perfecta al pecho de aquel
a quien reclama.

Se desprende lentamente como la pegajosa melaza,
se desliza como una sierpes entre las sábanas,
escondiéndose en la doblez de las almohadas,
hasta alcanzar los cuerpos exangües,
para meterse como un virus en las entrañas.

A veces no viene sola, la acompañan las palabras.
Se instala en los oídos por las mañanas,
da igual por qué haya sido,
ella siempre encuentra motivos
para libar de cualquier alma.

Esa arpía insensible y vengativa,
disfrazada de indolente, de dejada,
acelera los latidos y aprieta con sus garras.

A veces viene por lo que hacemos,
otras por no haber hecho nada,
y no atrapa igual a todos,
con los más buenos se ensaña
disfrutando del vértigo que produce estar
en su tela de araña.

Ella,

ya sea Medusa,

gorgona

o araña

la siempre maliciosa y despiadada CULPA,

a mí

siempre
me pilla desarmada.