Me acerqué
dilatadamente,
sin prisa
ni arrebatos,
sin ruido
ni ansiedad;
me acerqué
al velo
de tu amor,
al trasnochar
de tu alma;
que sin miedos
me esperaba,
y con
los brazos
abiertos
se entregaba,
delirio fulgurante
y mañanas
enteras
de amor
nos esperaban,
carruajes
de cristal,
por doquier
nos arropaban;
queriendo ser
testigos
de caricias
inventadas
y el fuego
de dos cuerpos,
por las olas
atrapados...
Dilatadamente
me acerqué.