Es bálsamo ambarino
que como vaho,
es naciente de los cuerpos vivos.
Es un huésped sensitivo,
una sombra enmudecida,
aturde en el silencio
y en el goce anida.
Es como un gato que se eriza
o una hoguera que se atiza:
necesita leños
para el fuego que lo aviva.
Es presencia grata,
y cuando de su ausencia se trata,
un deseo no deseado reaparece
para colmar la sed que no abastece.
Es sensación añeja
con morada en los sentidos,
que antes de ser sentidos
un cuerpo inerte fuimos.
Es copa que se bebe
y licor que te sacia.
Es, entre tormentos y alegrías,
de los hombres su ambrosía.