Tendido y mudo en honor a la belleza
estaba el mar.
Virgilio
El sol pletórico de amarillo reinaba en lo alto.
Desde abajo, en la ardiente arena, miraba al
cielo apelando a su compasión.
Solté los bultos que me prometieran una tarde
a la vista del mar sin echar en falta el confort
cotidiano y me dirijo sediento al agua salada
y fresca que me abre sus brazos y, como si
fuera fruto de mi imaginación, borro el
abrasante recuerdo solar, aliviado al fin...
Al salir del líquido edén gozado como gozó
Adán en lo primigenio de su leyenda, mis ojos
tuercen a la derecha como gravitados por lo
indecible; me veo planeta cercado por un astro
que se me aproxima peligrosamente, un satélite
tildado por exuberancias insólitas por apócrifas.
¡Yo te conozco de algo! ¿Tú no eres Raúl, el de
la Facultad?.
Desde cerca, ya dentro de mi atmósfera acierto
a recordar que se trataba de Yasmine, una
compañera de curso, ¡increible, qué de tiempo!
¡Claro, tú eres Yasmine! ¿Verdad?
¡Sí, qué alegría Raúl!¿Te vienes a esta parte de
la playa para presentarte a unas amigas?
Sí, muy bien. (Me sentía un poco apurado, mi
mujer, a cien metros playa arriba, parecía estar
vigilando desde la sombrilla, pero me da igual,
es mi momento...)
Si tiene celos es su problema, espero que todo
sea una suposición mía. Quizá pienso en ello
porque estoy cometiendo una especie de
infidelidad aunque sea de pensamiento.
¡La mejor defensa es un buen ataque, le
preguntaré con procacidad por qué mira al que
sea que pase cerca y así desviaré su atención!
Yasmine me encantaba ya en la facultad, y me
sigue gustando, se mantiene casi como entonces,
y si cae quedaré encantado.
(ya resolveré lo que sea con mi mujer, tengo
ganas de refrescar mi vida...)
Me gustaría seguir viéndola,¡veremos qué pasa!
¡Ahora me voy con ella, que me quiere presentar
a sus amigas!