Alberto Escobar

Celos

 

 

Tendido y mudo en honor a la belleza
estaba el mar.


Virgilio

 

 

 

El sol pletórico de amarillo reinaba en lo alto.

Desde abajo, en la ardiente arena, miraba al
cielo apelando a su compasión.

Solté los bultos que me prometieran una tarde
a la vista del mar sin echar en falta el confort
cotidiano y me dirijo sediento al agua salada
y fresca que me abre sus brazos y, como si 
fuera fruto de mi imaginación, borro el 
abrasante recuerdo solar, aliviado al fin...

Al salir del líquido edén gozado como gozó
Adán en lo primigenio de su leyenda, mis ojos
tuercen a la derecha como gravitados por lo
indecible; me veo planeta cercado por un astro
que se me aproxima peligrosamente, un satélite  
tildado por exuberancias insólitas por apócrifas.
¡Yo te conozco de algo! ¿Tú no eres Raúl, el de 
la Facultad?.

Desde cerca, ya dentro de mi atmósfera acierto 
a recordar que se trataba de Yasmine, una 
compañera de curso, ¡increible, qué de tiempo!
¡Claro, tú eres Yasmine! ¿Verdad?
¡Sí, qué alegría Raúl!¿Te vienes a esta parte de
la playa para presentarte a unas amigas?
Sí, muy bien. (Me sentía un poco apurado, mi
mujer, a cien metros playa arriba, parecía estar
vigilando desde la sombrilla, pero me da igual, 
es mi momento...)

Si tiene celos es su problema, espero que todo 
sea una suposición mía. Quizá pienso en ello 
porque estoy cometiendo una especie de 
infidelidad aunque sea de pensamiento.

¡La mejor defensa es un buen ataque, le
preguntaré con procacidad por qué mira al que
sea que pase cerca y así desviaré su atención!
Yasmine me encantaba ya en la facultad, y me
sigue gustando, se mantiene casi como entonces,
y si cae quedaré encantado.
(ya resolveré lo que sea con mi mujer, tengo 
ganas de refrescar mi vida...)

Me gustaría seguir viéndola,¡veremos qué pasa!

 

¡Ahora me voy con ella, que me quiere presentar 
a sus amigas!