En la punta del muelle; de este puerto desolado,
paradero de errantes aventureros, amantes del mar;
llegan, las gaviotas moribundas, con la espalda tallada de viejas heridas.
Luego de hacer alarde de su finura, se posan en las barandas podridas,
para esperar el fin de la vida y el inicio de la eternidad.
La negrura que trae la noche, bañan sus ojos y sus cuerpos caen hacia el mar,
para integrarse con la tierra.
Un sábado del mes de enero,
te vi merodeando en aquel muelle condenado.
Te vi yendo y viniendo desde aquel sitio marginado.
Cuando llego el invierno, después de relatar tus recuerdos de antaño
emprendiste tu último vuelo.
Impusiste tu presencia ante el viento,
y dominaste la puesta de sol;
el cielo te ofreció una danza de despedida,
para recordarte la belleza de la vida.
Desde ahí observaste con alegría ,
el vuelo lejano de tus hijos.
Cuando todos yacían dormidos,
diste tu último suspiro y con él, se fue tu alma.
Tus amigos volaron desde diversos lugares,
gaviotas, delfines, peces y hasta el sol ,
todos vinieron aquel día ,
para decirte, !hasta pronto gaviota!
Hoy tu alma reposa en la mía,
y cada vez que emprendo un vuelo,
para lanzarme a la vida,
siento que abrigas mis alas y que las guías hacia el sol.
Sé, que aun controlas el viento y que apaciguas las tormentas para no dejarme caer.
Algún día gaviota en este muelle azotado por la naturaleza y el olvido,
Volveremos a volar juntos por las rutas del cielo.