La existencia
no es una poesía romántica,
no se trata del trinar de las aves,
de los bellos ojos de la mujer amada,
el canto de la sirena,
las almas en el cielo,
la sociedad sin lucha de clases,
de la suavidad de la espuma de las olas,
del amor entre dos corazones entrelazados
en un mismo destino.
La mujer de piel arruinada
me está mirando
y su esencia antropológica
es el hambre.
Ella me acusa,
me asusta,
describe perfectamente
la trama humana.
Ella es madre
de uno de los muchachos
que están jugando en la plaza.
Los dos están ahí,
respiran,
sufren,
mueren de hambre.
Tal vez,
a la hora de dormir,
la madre le enseñe algunas oraciones
para que los espíritus los protejan
de todos los males.
Si tienen suerte,
tomarán algo de café
con algún pedazo de arepa,
eso será todo,
lo mismo de ayer,
de hace años,
lo mismo que cenaba la abuela,
la otra abuela,
y así…
lo mismo que se come en este pueblo,
las sobras.