Gerardo Barbera

LAS SOBRAS

 

 

La existencia

no es una poesía romántica,

no se trata del trinar de las aves,

de los bellos ojos de la mujer amada,

el canto de la sirena,

las almas en el cielo,

la sociedad sin lucha de clases,

de la suavidad de la espuma de las olas,

del amor entre dos corazones entrelazados

en un mismo destino.

 

La mujer de piel arruinada

me está mirando

y su esencia antropológica

es el hambre.

Ella me acusa,

me asusta,

describe perfectamente

la trama humana.

 

 

Ella es madre

de uno de los muchachos

que están jugando en la plaza.

Los dos están ahí,

respiran,

sufren,

mueren de hambre.

 

 

Tal vez,

a la hora de dormir,

la madre le enseñe algunas oraciones

para que los espíritus los protejan

de todos los males.

Si tienen suerte,

tomarán algo de café

con algún pedazo de arepa,

eso será todo,

lo mismo de ayer,

de hace años,

lo mismo que cenaba la abuela,

la otra abuela,

y así…

lo mismo que se come en este pueblo,

las sobras.