Libre quiso correr el turbio arroyo sin querer pregonarlo envanecido, como si la propia sangre lo dejara empujando la corriente al destino. Fuerte rompe el cauce que lo frena se aviva ensanchando embravecido, la corriente encubre el vivo retrato por empuje del agua que ha llovido.
Se reavivan los cauces de su prosa ensalzando ese sínico de extravío, por considerar un cauce del arroyo como sangre del poeta agradecido.
Quiero decir alguna cosa el viento cuando bufa rozando con la orilla, silencíando el decir del agua clara dormida cuando los peces sueñan.
Eterno cauce del agua guarnecida dale al arroyo flujo y movimiento, pones aliento rimado a esta agua para frenar su espíritu del viento.
Porque ese agua sacra ha curado cuando un Padre Creador se lava, como antídoto para el Ser Eterno
sólo le falta al humano destilarla. Inaudita quietud hermosa hazaña soñar en ansia su pequeño cauce, cuando se mezcle esa gota limpia con la ova que quiere refrescarse.
A quien ha regado el Sol su alma esa agua que ama un campesino, un rosal que preserva lo humano regando ese corazón seco del río cuando la inclemencia nos arropa...