¡Y qué de corazones mana el cielo!
como lluvia finísima de estrellas,
ramo purísimo, vivas centellas,
por la Gracia otorgados a tu anhelo.
Por la Gracia escogido el terciopelo
de tu vientre de seda y rosas bellas,
rojas como la sangre que destellas
en las noches insomnes del desvelo.
Blancas como la espera en el reposo
que te hace quebradiza y de algodones,
y te fragmenta a veces tu apostura,
y a un tiempo fortalece, generoso,
el maná de la vida con los dones
de tu gracia, tu estado y tu cintura.
Deogracias González