Es la muerte
y nada más,
un sueño profundo del que no se vuelve
un viaje hacia lo recóndito del desierto
hacia el corazón secreto de la selva,
un sueño placentero
al que entregamos sin reparos
la piel y sus pecados de miel
el hueso y sus angustias de cal
los cabellos y sus sortilegios de abarrotes;
cansados los latidos de tanto latir
los ojos saciados de tanto mirar
la boca hastiado de tanto cantar
y los nervios agobiados de tanto aullar
duermen complacidos
el gustoso y postrero sueño;
tan maravillosa la muerte debe ser
que de su beso de lagarto
y de su abrazo lúgubre de arsénico
ya nadie vuelve
ya nadie intenta volver,
somos tan frágiles y tan frágiles somos
que basta un orgásmico instante
que un baboso instante basta
para cruzar el azucarado puente,
estamos en la punta de la mira diaria
en la punta de la mira borracha estamos
por el terrible delito de vivir;
nos duele tanto la muerte
porque la muerte es olvido también,
tragamos los duros diamantes de la ausencia
lloramos todos los diccionarios de la pena
celebramos los espejismos de la esperanza;
cada noche dormimos como lirones
y morimos un poco es cierto
pero también resucitamos lo bastante,
y como nunca alcanzamos la eternidad
mejor gocemos de los espaguetis del olvido
que nos lloren ni jamás lloremos
que de un sueño venimos
y a un sueño más profundo vamos
y nada más.
JOHN WILLMER