Esta el éxtasis de la cereza al contacto de la lengua, dulce, cítrico, rojo, salvaje, con saliva ámbar.
La espina dorsal se enfría, con infinitos recuerdos; soy humano, soy testigo de lo que significa la vida.
Una tristeza es el juez de todas las alegrías: dicha de haber vivido con naturaleza, de ser un ser humano cualquiera.
El mar tiene tanta sal, tanta agua como lo que ha sido cada uno de mis recuerdos, sentimientos, tacto, ilusión, vivencia, locura, deseo; estoy tan a la orilla del colapso de vivir o morir como lo esta el día o la noche.
Tantos besos, tanto interrumpir un aliento, un coraje de ver lo divino de un respiro de tu aliento; aliento de sentir que se esta vivo, bendición de la mentira instantánea.
Hombres ilustres que observan la miopía de los demás, porque amar es la ilusión eterna de quien vive.
Amar es el recurso de vivir, amar es la ilusión cuando uno muere; porque no se sabe si en verdad fuiste amado como alguna vez imaginaste.
Aquel que piensa que habrá idilio después de vivir, será santificado por su propia imaginación y fantasmas de vida.
Hoy profeso y digo que vivir es lo más fantástico que nos puede pasar, sin pedir milagros.
El morir es un determinante de haber creado el milagro de ser huella, de ser quien eligió Dios como un ángel; bueno o malo.
Para qué ser obsceno cundo fuiste, fui determinante y adorablemente un ser quien fue tan simplemente amado, más que dios en tu propia casa.
Solo me queda decir, que ame vivir.
Vivir es mi convicción sí es que Dios me permite.
Marc Téllez González.