Alberto Escobar

SĂșcubo

 

 

¡Qué calor hace, son las dos de la madrugada y todavía
no he podido conciliar el sueño!
¡Veremos mañana en el trabajo cómo rindo!
Me levanto en busca de una brisilla, por pequeña e
imaginaria que fuera, que me avenga con Morfeo de
una vez, pero soy pesimista al respecto.


Decido aliviarme bajo la fría ducha que se derrama en
mi desierta piel, lo consigo, eso creo, bebo agua y me
dispongo de nuevo a ser presa de la melatonina.
En plena fase ren siento ganas de ir al baño, (¡no me
extraña, después de tanta agua!) pero no me puedo
levantar, era como si un peso sobre mi pecho me hiciese
desistir del intento; total, que me lo hice encima porque 
los esfínteres no soportaron la presión.


Después del desaguisado y el consiguiente disgusto, noto
como besos y caricias por todo mi cuerpo, incluso por la 
parte regada por ese líquido amarillo tan desagradable.


De los besos, aquello que fuera pasó sin hacer escala a  
los postres: a la altura de las partes pudendas noto una 
presión rítmica e insistente que me hace galopar hacia el 

                                séptimo cielo.