El azar reparte las cartas, pero nosotros las jugamos.
Arthur Schopenhauer
El azar publicó por Facebook, en un anuncio
a todo color, dicen, una partida de cartas con
su día, lugar y hora.
Yo no pude asistir porque no soy amigo, no
aceptó mi amistad, no sé por qué.
Ese día repartió cartas, yo me quedé sin
ninguna, no puedo jugar, no puedo arriesgar
porque no tendré suerte, me limito a hacer
lo de siempre, de casa al trabajo, del trabajo
a casa, tareas domésticas, compras... ¡todo
de un anodino..!
Al día siguiente miro otra vez a ver si me ha
aceptado, veo que no, al día siguiente otra
vez lo mismo, no echo la lotería porque no me
va a tocar, lo dejo para otra ocasión.
La ventaja de no tener suerte es que no tengo
tampoco mala suerte, es decir, me espera una
vida plana y sin sorpresas, ¿Eso es vida?
Dejo de mirar en Facebook.
Miro en mis entrañas.
Busco entre mis arrugas
el atisbo de una carta
que me dé pasaporte
al riesgo, a la vida.
Dejo de confiar en el viento
Corro en su contra para que
me azote en pleno rostro.
Para que me refresque el
sentimiento, la gana...
Busco sentir la lluvia resbalar
por la cara, fundirme en un
abrazo con Dios, que llora
para mí.