Acariciaba el aire las cortinas,
y tu cabellera ocultaba tu cara,
la desnudez de tu cuerpo era clara,
y tus curvas más que humanas eran divinas.
El aire matinal se despertaba,
y solo con las nubes se crecía,
y un techo gris se formaba y llovía,
bendiciéndo la tierra, yo cantaba.
Ya llegó el calor descarado,
y pasó el frío al baúl de los recuerdos,
y una explosión de color alegró los días grises.
Desconfío de este sol inusitado,
igual que de los hombres siempre cuerdos,
y no todas las primaveras fueron felices.