César Enrique Villatoro Liévano

Un día como hoy.

Un día como hoy

mis versos se enredaron

con tus oídos.

 

Para mi infortunio

accediste a mí,

y desde entonces

el insomnio carcome

mis madrugadas.

 

Ese es el precio

que pago por haberle fallado

a aquellos ojos enmielados,

que me querían,

pero en fin...

 

No bastó con quitarle una lagrima,

ni dibujar en sus pupilas mis labios en otros labios.

 

¡Que desdichado fui!

 

Le escribí \"perdón\" en todas las paredes que encontré,

no fue suficiente.

 

Pasaban las horas,

los semestres de la universidad,

mujer tras mujer.

Y pude darme cuenta 

que el corazón echa raíz,

cual cedro en la selva o árbol de Brasil.

 

Cuanto la quise,

mi mamá la quería.

 

No la busco

ni la necesito,

pero de pronto es necesario

repasar la memoria de los idílios,

que presionan al pecho,

que atormentan la calma.