Ojalá que alguna vez, cuando ocurra…
Que alguna pena me abolle el alma
Tú estés ahí, junto a mí para sanarla
O que yo pueda, sin siquiera desearlo
Ser el dulce y adjunto testimonio
De la más clara de tus hecatombes
Como por ejemplo, verte una noche
Y encontrarte en la mañana renovada
Es decir, con tres o cuatro penas menos
Y una alegría perversa y mal disimulada
Ojalá que alguna noche, sin mediar palabra
Pongas tu mano en mi frente enfebrecida
Y me recuerdes que no todo está perdido
Y me dejes entrar donde tu puerta abras…
Que la soledad y la tristeza sean pretextos
Para que acerques a mí, tu más grande gesto
Y entiendas mis temores, mis angustias
O esa infame sensación de andar solo en la vida
Y con un poco de lástima y otro de ternura
Te atrevas abrazarme y el consuelo se haga
Y quizá sólo para ahuyentar mis temores
Me asegures tú, que ahí estarás mañana…
Ojalá que si mañana necesito una mano
Esté ahí la tuya para tenerla y no soltarla
Y caminemos como sin tiempo… sin prisa
Sin necesidad de beber la vida y apurarla
Con más ganas de reír, que de otra cosa
Atreviéndonos a hacerle gestos y retarla
A que con todas sus vueltas, idas y venidas
No nos ahuyente la paz, ni la dicha ni la calma
Y despertemos… yo, menos viejo… tú, más alta
Y que se nos revele un futuro tierno y bello…
Quizá para ti, decir todo esto... no hace falta
Pero a mí, tú sabes… me va la vida en ello…