Cuando la Princesa Von Hamburgo
regaló un piano a Friedrich
este cortó casi todas las cuerdas.
Con las cuerdas sanas
improvisó un diálogo
monástico junto al diablo
sobre un horrible cuadro
de veleros estancados
en manchas de óleo.
Mi madre no entiende
qué hace un barco varado
en el azul Prusia.
Me escribe para ser entendida
cuando riega los cactus.
Me afino, juro que afino
pero poco puedo hacer
con un instrumento troceado.
Tampoco mi poesía se entiende,
la escribo para no ser entendida,
Hölderlin traduce mis notas
con un tenedor de cocina
al que le faltan dientes.
Mi madre se agota
en la formulación
de cualquier palabra,
mi madre ha pactado con Friedrich
para que descuartice
-uno a uno-
los filamentos de la memoria.
Día y noche, años de ausencia,
sola en el diluvio de palabras,
arranca en el huerto
la finísima pelusa
de los ángeles.
Del poemario Zupia,
Editions Hoy no he visto el paraíso, 2016
¿Qué soy para ti, qué soy yo, patria mía?
Un débil, un enfermo a quien su madre,
con una tonada triste, desesperada,
acuna entre sus pacientes brazos.
Hölderlin, El laurel.