Esteban Mario Couceyro

Desde el puente

Llevamos veinte horas de navegación, el mar encrespado anuncia el mal tiempo.
En el puente, hay un ambiente relajado, tanto como lo permite el ser camaradas conocidos desde hace años. A mi vera el teniente al mando del timón, mira el horizonte como un monje tibetano.
Para hacer amena la jornada, ya gastamos todos los temas hasta algunos delicados, eso si tangencialmente, como lo son los de la política.
Sin saber qué decir, el comandante les comenta, -apenas regresemos, iré a cambiar el automóvil, asi renuevo a un modelo con los nuevos avances del confort-, contnuó hablando de la alegría de su esposa y ni contar la de los niños, que podrán llevar al perro, pues es un modelo que lo permite.
El color, fue tema de varios minutos, pues quisieron convencerle de las ventajas del blanco, -yo elegí el verde, quizá por mi idea caprichosa de la estética-, concluyó el comandante.

Cambiando el tema y para fijar su autoridad, preguntó la ubicación y el contramaestre, informa un 36º03´50 norte y 4º59´34 oeste.
O sea que estában al límite del radio de control.

Ponga rumbo a nuestra base teniente, dijo con infinito alivio, mientras la patrullera se inclinaba a babor, dejando una estela de espumas al tiempo que de sus entrañas los rugidos del motor, delataban los deseos de regresar.

Al completar el giro, a estribor, emergía y desaparecía en las olas una patera al borde del naufragio.
El mar, a merced del viento encrespaba las olas, haciéndonos invisibles por momentos en un juego perdido para los pobres diablos de la patera.
-Será dificultoso el rescate, no podemos acercarnos sin hacerlos zozobrar. Deberemos mandar los zodiacs, solo tenemos dos y esa maniobra nos tomaría muchas horas, con riesgo de personal-, razonó en voz alta el comandante.
-Podría pedir asistencia de helicópteros, pero el viento es intenso, me negarán esa ayuda.
Teniente, cuantos calcula que son-, - más de ochenta-,  contesta el teniente, observando con los binoculares.
-Pienso en los diez y seis viajes de rescate..., es gente difícil, no entienden y están desesperadas...-, dice el comandante.
No bien terminada esta reflexión, una ola da de proa, llegando al puente, los limpia parabrisas comienzan a girar, limpiando los cristales.

El comandante, mira al teniente y entre ellos el silencio se hace insoportable.

-¿Que rumbo tomo, señor?-, dijo a media voz el teniente.

-Continúe a puerto, teniente-. Dijo esto mirando el horizonte, el comandante.

-Contramaestre, deje constancia de la ausencia de objetivos y de las condiciones climáticas, concluya con un, sin novedad...-

La popa del patrullero, dejaba una estela de espumas, alejándose de la realidad.