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EL PRECIO DEL CONSUMO

Sentado, a los pies de un esbelto ciprés,
la escuché de cerca y bajito susurrar,
a esa coralina de los arrecifes,
una estatua inerte y enorme de caliza.

Seriedad en su semblante, ensimismada,
alzada, firme, oteaba el horizonte,
renegaba sobre las contrariedades,
proponía sobre posibles remedios.

Presto, atendí a su mensaje;
comentaba necias suertes,
que escogidas, esas cuales,
resultaban incongruentes.

Las hipotecas y viajes,
los coches nuevos, de lujo,
cenas de quinientos euros,
intimidad con amantes.

Trasteros rebosantes,
hasta los topes, completos,
con ropa de ahora y de antes.
De vestidos que ni se usan,
armarios por entero repletos,
terminan las piezas de los estantes,
como escombro, en la basura.


Zapatos de tacón,
anillos y sandalias,
botas con punta fina,
abrigos de bisón,
collares, oro, pendientes.
Animales masacrados,
osos, felinos, serpientes,
sirviendo todas sus pieles
como drisfaz con tocados.

Microondas, secadoras, lavaplatos,
esmeraldas, rojos rubis, brillantes,
comprandose con tarjetas o a plazos,
echan cantidad de vidas al traste.


Obten como contrapartida...
negarte el disfrute del hogar,
ni olfatear el aire al respirar
y a tus hijos ya ni acomodar.

Trabajar, sudar y sudar!
Cinco dias del mes
invertidos para fumar,
ensuciar, demoler,
envenenar al hígado,
a los intestinos,
riñones, el corazón
y a tus pulmones.
Una burla irónica, satírica y surrealista
que astuta fornica procreando rejas y candados;
en nuestro pretender una libertad alternativa,
cuando infieles, en el consumismo estamos asentados.


¿Escogiste tú, con cabeza y consciente?
o ¿escogieron otros por vanos intereses?
Deja los hilos, olvida ser marioneta,
transformémonos en entes polivalentes;
voltea, estrangula al consumo con piruetas.

Víctimas de un consumo excesivo,
que aprieta traqueas con su soga;
perforando mi bolsillo, ahoga
y nada encuentro cuando preciso.

Busco fórmulas porque no atino,
la frustración nos conduce y asola,
quema, abrasa, es una áspera mola:
de ella y del consumo me emancipo.


Consumo, cruel verdugo y ladrón,
arrugas las hermosas herencias;
tú, fulminas con la sinrazón.
Consumo! condenas y sentencias,
en la ocasión eres tentación.
Yo te impediré mi ajusticiar.


Ay! que arduo dolor,
ser dependientes.
Ay! que tristeza,
estar enganchados,
extirparle los minutos al reloj,
ficcionar una rancia felicidad,
recubriéndonos con objetos vanos.


Tiene un difícil perdón
obligar con la sed y el hambre,
a que en las minas escarben.
Como fustigar a la tierra,
extrayendo petróleo;
y al indefenso infante
cargarle de piedras.
No tiene perdón
quemar las selvas,
talar los bosques,
secar el río
intoxicar al mar,
deshacer los hielos,
conjurar al metano
para que se convierta
en bomba y estalle.


Merecemos ser callados,
cuando la queja
se halla estipulada,
en el voluntario desenfreno.
Cuando el reino ansiado,
el que llegar a conquistar,
lo forman productos
amasados en la superficialidad
de irreales y falsos imperios.

Encogemos al tiempo,
malgastamos energías
con inútiles esfuerzos,
sinónimos del menospreciar
a las riquezas gratuitas,
que nos ofrece esta vida.
Pasan estas inadvertidas,
como momias vendadas
mudas a oidos e inexistentes;
me apena, el pudiendo de ellas,
disponer y disfrutar,
no tomarlas, ellas son fieles, esperan.....