Cuando la gangosa tarde
se manche de grasiento hollín,
cuando el cielo sea un mar
de naufragios desaguados
y la sádica guadaña visite
mi enlutado aire espeso,
entonces, ya estará echada
mi ennegrecida suerte.
Oxidados vientos surcarán
por mi tétrica existencia
y la muerte relinchando
campanazos vendrá por mí,
con su batallones de esqueletos
y sangrientos ataúdes.
Y yo era la que te esperaba
en noches amapólicas,
pretendía ser epicúrea esclava
de tus desvelos bermellón.
Pronto seré cadáver acurrucado
y postura estrujada,
pestes de sepulcro
olisqueando flores de malezas.
Acompañaran mi tétrica carreta
Veintitantos perros esqueléticos
y una cruz solitaria e impotente
se alzará presidiendo mi apocalipsis.
Nelly h
05/08/2017
Argentina