Bajo el humo los enemigos lloran
y detrás del aire el alcanfor crece
a prisa, a lenta voz que endurece
la balada, los amantes que oran.
se acarició el calor de los candiles
y una huella amargada del lucero
tuvo fulgente tus manos primero
¡ah, yo colgué los relojes seniles!
allá usaron de golpe las mañanas,
los caminos, el ocote, el fuego
y pronto la tarde una llamarada
he visto al amanecer mis lejanas
tardanzas en las que me vuelvo ciego
entre la ansia tierna y tu boca dada